sábado, 6 de agosto de 2011

Abandono

Luis mira el reloj y se da cuenta de que son más de las diez; paga y sale con prisas del bar, seguro que Sonia tendrá la cena preparada y cara de pocos amigos. Al entrar a casa, lo primero que le llama la atención es que está a oscuras; se va derecho a la cocina y lo único que encuentra es una cazuela tapada con pollo al ajillo en la vitro. Llama a su mujer, pero no responde nadie. Mira en el perchero y no está su bolso. De repente, un escalofrío le recorre el cuerpo. Sentado en la cocina recuerda la pelea de anoche. Su mujer le recriminó el pararse a tomar unas cervezas con los amigos antes de volver a casa, y le dijo que estaba cansada de esperarlo. Después empezaron a salir más trapos sucios, y la noche terminó con un portazo y una frase de Sonia: “eres como mis almorranas, te sufro en silencio y ya estoy cansada; cualquier día no me encuentras aquí”. La llama al movil, pero salta el contestador. Un sudor frío le perlea la frente. Se ha ido, me ha dejado. La angustia lo reconcome y los pensamientos se le amontonan en la cabeza. En ese momento, escucha la puerta que se abre, y entra Sonia, atusándose el pelo. Luis, blanco como la pared, corre hacía ella para recibirla con un beso, mientras ella extrañada comenta: “Cariño, lo siento, tuve que bajar a la farmacia de guardia…”.

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